martes, 27 de noviembre de 2007

Puerto Madryn - Península Valdés

Llegamos al aeroparque de donde salen los vuelos domésticos.
Esto es un caos. Todos los mostradores sirven para facturar todos los vuelos a cualquier destino y hora. Las colas son interminables. Después de 50 minutos en la cola facturamos bastante justos de tiempo, pero como no, nuestro vuelo saldrá con retraso.

Mientras esperamos la salida del vuelo en los monitores se puede comprobar que todos los vuelos salen con retraso menos unos pocos que se han cancelado. Se ve que esto es lo habitual.
Salimos con una hora de retraso.
Finalmente llegamos a Trelew. Aquí al llegar puedes contratar un transfer en un mostrador en una furgoneta o minibús. Los hay para cada llegada y te dan una tarjeta para que los llames para hace el trayecto a la inversa. También fácil y cómodo.
Tras una hora de trayecto por unas interminables rectas por la estepa patagónica llegamos a Puerto Madryn. Nos van dejando en las puertas de nuestros hoteles. En nuestro caso el Hostel Viajeros, económico y muy correcto. Limpio, con acceso a Internet, no muy lejos del meollo. Muy atentos para cualquier cosa. Se portaron muy bien intentando contactar con Aerolineas ante un cambio inesperado de vuelo. Nada más registrarnos nos preguntan si tenemos contratadas las excursiones (como harán en los demás sitios). Las contratamos allí mismo. Pagas lo mismo en todos lo sitios y te ganas las simpatías de tus anfitriones.
La tarde de hoy es de relleno. Tenía previsto bucear con lobos marinos, pero evidentemente mi lesión me lo impide. Quizás haya perdido una ocasión única en la vida, pero que le vamos a hacer. Nos dicen que no nos compensa acercarnos al Doradillo, porque a estas alturas allí ya no hay ballenas. Ya no es posible ver ballenas desde la orilla. Respecto a ir a Punta Loma a ver lobos marinos nos dicen que hoy por la tarde tampoco será posible verlos. Entonces nos damos un paseo por la playa y caminata hasta el ecocentro. Ni siquiera entramos, no parece nada del otro mundo. Regresamos paseando por la playa, el día está bueno y tomamos algo en una terraza. No hay mucho que hacer en Puerto Madryn. No se ve mucho movimiento. Abundan los centros de buceo a pié de playa. Muchos están cerrados. Se ve que no hacen mucha caja en estas fechas.
Al día siguiente madrugamos para ir con la excursión que te lleva a Península Valdés y avistaje de ballenas embarcado. El día se presenta malo. Muchísimo viento. Ya nos adelantan que lo del avistaje se puede suspender, pero te mantienen en vilo todo el día para marear un poco la perdiz. Entramos en la Península, paramos en el centro de interpretación, nada del otro mundo, a lo lejos la Isla de los Pájaros (a lo lejos, interpretarlo literalmente, lejos de narices). Hace un viento gélido. La excursión se presenta complicada. Durante el camino vemos nuestros primeros guanacos, maras y choiques. Llegamos a Caleta Valdés, el punto estrella de nuestro paseo. Allí durante dos horas puedes observar de cerca las "evoluciones" de los elefantes marinos desde unas pasarelas. Muchos visitantes salen huyendo ante la ventolera acompañada de agua que se levanta. Nosotros permanecemos impasibles, "a la Patagonia hemos venido". Realmente los animalitos no son muy activos pero nos entretienen con alguna bronca entre machos celosos. Y una pareja de enamorados se entregan al placer de la carne. Entretenido.
Continuamos viaje a una "pingüinera" donde los pingüinos se cuenta con los dedos de una mano. No pasa nada, mañana en Punta Tombo los veremos a miles.
Nuestro viaje continúa hacia Puerto Pirámides desde donde se debería embarcar para el avistaje. La guía que nos acompaña a pesar de ser muy maja sigue mareando la perdiz con la posibilidad de embarcar, a pesar de que ya estamos convencidos de que eso no ocurrirá. Llegamos a Puerto Pirámides y lo primero que me llama la atención, es que aquello no debería ni aparecer en los mapas. No le recomiendo a nadie que reserve alojamiento aquí. Con el puerto cerrado por el temporal y sin turistas esto es un minipueblo fantasma. Apenas hay donde matar el tiempo aquí. Sorprendentemente el agua del mar casi llega hasta las casas. Al día siguiente tendrá un aspecto totalmente distinto.
Al abortarse el avistamiento, comentamos con la guía la posibilidad de refundir la excursión mañana con la de Punta Tombo. Suprimimos el avistaje de Toninas, la visita a Rawson y Gayman y hacemos avistaje de ballenas y pinguinera de Punta Tombo. Toda la furgoneta se apunta al plan, y la guía nos vende la moto de que así lo haremos como caso excepcional. (Estoy seguro de que han hecho esto cientos de veces).
Antes de regresar a Puerto Madryn paramos en unos acantilados desde donde se puede observar una lobería, pero apenas hay dos lobos marinos, uno roncando en tierra y el otro peleándose en el agua contra el temporal. Regresamos a Puerto Madryn.

Al día siguiente el día amanece tranquilo y despejado. Partimos nuevamente hacia Puerto Pirámides. No parece el del día anterior. El mar está a 100 metros de donde estaba ayer y parece una balsa de aceite. Hoy hay bastante movimiento de turistas esperando para embarcarse. Rápidamente embarcamos y comenzamos a navegar, al rato a lo lejos se ve una embarcación que presumiblemente está merodeando a una ballena. Nos acercamos y efectivamente nuestra primera ballena, permanecemos un buen rato cerca de ella y parece ser la única puesto que no se ve ninguna otra a lo lejos. Nuestro avezado capitán emplea la misma técnica que antes y se dirige hacia donde ve otro barco. Allí encontramos a una mamá ballena con su ballenato. Pasan rozando nuestra embarcación mientras el otro barco la persigue atosigándola. Después de hora y pico nos dirigimos a tierra. La experiencia aunque bonita y con el objetivo cumplido te deja un poco con cara de tonto. Después de ver documentales y fotografías esperas ver múltiples ballenas pegando saltos fuera del agua y simplemente les ves asomar la cola. Pero, evidentemente esto no es un circo ni un safari park. Eso es lo bonito.
Rápidamente salimos pitando hacia Punta Tombo. Nos queda un largo camino. Accedemos el parque y nada más echarnos a caminar vemos el primer pingüino, y como si del propio Brad Pitt se tratara todos nos avalanzamos sobre él a retratarlo. Después veremos miles de ellos. Caminamos entre ellos y nos acercamos a los nidos. Están incubando los huevos a la espera de que en los próximos días empiecen a eclosionar. Durante dos horas paseamos y sacamos todas las fotos que queramos.
El camino de regreso es largo y todos echamos una cabezadita en el camino de regreso.
Al día siguiente temprano volaremos a El Calafate.

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